El 13 de marzo a las 8 de la tarde, Francisco se
calzó las sandalias del Pescador; un calzado que no tiene nada que ver con las
cómodas alpargatas de andar por casa, sino con el austero calzado que los
misioneros se ponen para andar los caminos del mundo, llevando el Evangelio a
todos los rincones. La comodidad, el vivir instalados en nuestro pequeño mundo,
es algo que el Papa detesta. Nada de “andar por casa”, hay que salir, vencer el
miedo del tipo que sea, ir al encuentro del hermano:
“Frente a la tentación de las comunidades de cerrarse en sí mismas —es una
tentación muy frecuente— preocupadas por sus propios problemas, la missio ad
gentes testimonia proféticamente que la
vida de la Iglesia
y de las Iglesias es misión, y es misión universal”.
Desde el inicio de su Pontificado, el Papa nos ha
invitado a salir de nosotros mismos para llevar el Evangelio a las periferias
existenciales y geográficas. Si no hubiera sido por sus pulmones enfermos,
Jorge Bergoglio tal vez no sería hoy el Papa Francisco, sino uno de los miles
de misioneros esparcidos por los cinco continentes:
“Yo quería ser misionero.
Lo que me ha dado tanta fuerza para ser jesuita es la misioneridad: salir, ir a
las misiones para anunciar a Jesucristo, salir
siempre, y no permanecer un tanto encerrados en nuestras estructuras,
muchas veces perecederas”.
Pero el
amor a la misión que sentía el joven sacerdote no ha abandonado al Papa, y ha
hecho notar su admiración por los misioneros en más de una ocasión. En una de
sus homilías en Santa Marta recordaba como ejemplo de fidelidad a “tantos
hombres y mujeres que han dejado su tierra para ir como misioneros para toda la
vida”.
Además,
ante tantos hermanos nuestros que no conocen a Jesucristo, el Papa no deja de
exhortar a toda la Iglesia
para que sea generosa con las vocaciones misioneras. Lo decía recientemente en
su audiencia a los directores nacionales de OMP:
No
os canséis de educar a cada cristiano, desde la infancia, en un espíritu
verdaderamente universal y misionero, y de sensibilizar a toda la comunidad
para que sostenga y ayude a las misiones según las necesidades de cada una.
Haced que las Obras Misionales Pontificias, en la línea de su tradición
secular, sigan animando y formando a las Iglesias, abriéndolas a una dimensión
amplia de la misión evangelizadora
Y en su
primer mensaje para la
Jornada Misionera mundial decía que…
El
propio compromiso apostólico no está completo si no contiene el propósito de
“dar testimonio de Cristo ante las naciones”, ante todos los pueblos.
En este
sentido, el Papa Francisco introduce en este mensaje una idea preciosa que
hacemos nuestra desde aquí, como una invitación a cada uno y a toda la Iglesia : la necesidad de
“donar misioneros”:
Vivir
en este aliento universal, respondiendo al mandato de Jesús «Id, pues, y haced
discípulos de todas las naciones» (Mt. 28, 19) es una riqueza para cada una de
las iglesias particulares, para cada comunidad, y donar misioneros y misioneras nunca es una pérdida sino una
ganancia.