Desde Ciudad Rodrigo acudimos ayer, 30 de abril, al Festival de la Canción Misionera.
Fuimos un grupo de 70 personas, entre niños, jóvenes, monitores y acompañantes. Y presentamos en La Clerecía dos canciones: Puertas Abiertas, de Anima-Misión, que obtuvo el brillo por su coreografía; y Tendremos que Cambiar, de Misión Rock, que obtuvo a su vez el brillo por su ritmo.
Pero además del festival, fue un día inolvidable. Empezando por el ambiente de grupo que vivimos, la convivencia, y la actitud positiva y cooperativa con todos. Organizamos bailes para animar a todos, colaboramos adornando la plataforma de la apertura, bailamos con la tuna, incluso Juan Antonio tocó para los Charros, también mostramos nuestras pancartas por toda Salamanca, y asistimos a la Vigilia de la Luz, con un gran ambiente de oración y celebración y donde estuvimos en comunión con la vigilia que se estaba celebrando al mismo tiempo en Roma, que veíamos de vez en cuando a través de una pantalla.
Nos hemos quedado con gana de haber asistido hoy a la celebración de la Eucaristía en San Esteban, que Cristianos Sin Fronteras ha querido realizar simultáneamente a la de Roma, con imágenes en directo de la Beatificación de Juan Pablo II.
Pero aunque volvíamos a casa cansados, no olvidamos en el autobús agradecer a todos los que han hecho posible esta participación en este evento. Irene, casi ya sin voz, se encargó de recordar a todos los que han colaborado, comenzando por el Obispado, que nos pagó el autobús. Los papás, que colaboraron con toda ilusión y empeño y muchos incluso fueron a vernos en sus coches al terminar de trabajar. No nos olvidamos de Sor Ana, que no pudo estar con nosotros a pesar de desearlo con todas sus fuerzas, pero que desde París, seguro que se acordó un montón de nosotros. Las Misioneras de la Providencia; por su labor en La Antorcha Misionera. Inma, de las Teresianas, que hizo un hueco para acompañarnos. Los seminaristas por toda su colaboración. El grupo de Jóvenes de San Cristóbal, que ayudaron con los niños y dieron al día un ambiente alegre y divertido. Y los voluntarios de la Delegación de Misiones. Pero también agradeció, y no por ser los últimos son por ello menos importantes, a los niños y jóvenes partícipes. Muchas gracias Irene, por tu alegría, valentía y trabajo.
Pero aunque volvíamos a casa cansados, no olvidamos en el autobús agradecer a todos los que han hecho posible esta participación en este evento. Irene, casi ya sin voz, se encargó de recordar a todos los que han colaborado, comenzando por el Obispado, que nos pagó el autobús. Los papás, que colaboraron con toda ilusión y empeño y muchos incluso fueron a vernos en sus coches al terminar de trabajar. No nos olvidamos de Sor Ana, que no pudo estar con nosotros a pesar de desearlo con todas sus fuerzas, pero que desde París, seguro que se acordó un montón de nosotros. Las Misioneras de la Providencia; por su labor en La Antorcha Misionera. Inma, de las Teresianas, que hizo un hueco para acompañarnos. Los seminaristas por toda su colaboración. El grupo de Jóvenes de San Cristóbal, que ayudaron con los niños y dieron al día un ambiente alegre y divertido. Y los voluntarios de la Delegación de Misiones. Pero también agradeció, y no por ser los últimos son por ello menos importantes, a los niños y jóvenes partícipes. Muchas gracias Irene, por tu alegría, valentía y trabajo.