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lunes, 5 de noviembre de 2012

El buen sabor de boca...

Hacemos nuestro el mensaje del editorial de noviembre de Madrid Misionero:


Siempre hemos oído a los misioneros –y a quienes se acercan a
ellos por un tiempo breve para compartir su experiencia–, que
es mucho más lo que se recibe que lo que se da. Uno va en un
principio pensando todo lo que puede aportar, y con el paso del
tiempo y con el conocimiento de la gente… se descubre que la
mochila lejos de irse vaciando se va llenando de experiencias, de
sentimientos, de alegría, de compromisos… ¡uno se vuelve rico
de cosas buenas!
Ese mismo sentimiento es el que debemos tener quienes, en el
mes que acaba de finalizar, hemos sembrado por doquier el
espíritu misionero: es ese buen sabor de boca que deja el trabajo
bien realizado. El regustillo que da el cumplimiento de nuestras
obligaciones con espíritu de sacrificio y alegría.
¿Los frutos? ¡Qué más da! Lo importante es poderse acostar por
la noche con la sensación de haber hecho un trabajo duro,
pero bonito, al servicio de la Iglesia y, en nuestro caso, de la
misión. Los frutos los dará el Señor de la mies que es quien puede
mover el corazón de las personas. A nosotros no nos toca
gloriarnos de los frutos que hemos conseguido, sino del trabajo
del mejor modo realizado para que Él, sí, Él y sólo Él, pueda dar
muchos frutos.

Ha pasado el mes de octubre. Hemos trabajado con mucho
entusiasmo por sacar adelante este mes misionero por
antonomasia. Los misioneros y los animadores de misiones han
multiplicado su tiempo para poder atender a tantas peticiones
de testimonios, de oraciones, de celebraciones. Los animadores
han motivado en las parroquias, propias y ajenas, para que cada
semana se viva el espíritu misionero que le corresponde: oración, sacrificio, 
cooperación económica, vocaciones…;
los voluntarios han ‘ensobrado’ y doblado y contado
paquetes, cartas, carteles, pegatinas…; los encargados
de medios de comunicación no han dejado
de enviar noticias, datos, motivaciones para
atender a todos (prensa, radio, TV, internet...); los
trabajadores han hecho paquetes, han llevado y
traído material, han puesto buena cara a quienes
venían preguntando, pidiendo, quejándose o sonriendo.
En definitiva, hemos removido, sembrado, regado
con el sudor de nuestro trabajo la tierra
que nos ha tocado labrar. Ahora lo dejamos en
manos de Dios que sabe más y mejor lo que nos
conviene. Nosotros nos quedamos con el buen
sabor de boca y el Señor con la alegría de ver lo
hecho. Y nosotros decimos, ¿cómo no? “Siervos
inútiles somos, hemos hecho lo que debíamos
hacer” (Lc 17, 7), pero ¡oye! ¡que contentos nos
hemos quedado! A todos ¡Gracias!