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martes, 15 de enero de 2013

Mensaje del Papa para la Jornada Mundial del Enfermo en el Año de la Fe



OMPRESS-ROMA (11-1-13) El pasado 2 de enero el Santo Padre hacía público el mensaje para la Jornada Mundial del Enfermo que se celebrará el próximo día 11 de febrero. Desde que Juan Pablo II instituyera en 1992 esta jornada en la memoria litúrgica de la Virgen de Lourdes, son ya 21 las celebradas. La de este año, en el contexto del año de la fe, ha dado ocasión a Benedicto XVI para recordar a “muchas figuras que en la historia de la Iglesia han ayudado a las personas enfermas a valorar el sufrimiento desde el punto de vista humano y espiritual”.
La primera figura que cita el Papa es a la patrona de las misiones, Santa Teresita del Niño Jesús, quien, “experta en la scientia amoris, supo vivir en profunda unión a la Pasión de Jesús la enfermedad que la llevaría a la muerte en medio de grandes sufrimientos”. Benedicto XVI enumera a quienes han dado testimonio de la fe a través de la diaconía de la caridad: “El venerable Luigi Novarese, del que muchos conservan todavía hoy un vivo recuerdo, advirtió de manera particular en el ejercicio de su ministerio la importancia de la oración por y con los enfermos y los que sufren, a los que acompañaba con frecuencia a los santuarios marianos, de modo especial a la gruta de Lourdes. Movido por la caridad hacia el prójimo, Raúl Follereau dedicó su vida al cuidado de las personas afectadas por el morbo de Hansen, hasta en los lugares más remotos del planeta, promoviendo entre otras cosas la Jornada Mundial contra la lepra. La beata Teresa de Calcuta comenzaba siempre el día encontrando a Jesús en la Eucaristía, saliendo después por las calles con el rosario en la mano para encontrar y servir al Señor presente en los que sufren, especialmente en los que no son queridos, ni amados, ni atendidos. También santa Ana Schäffer de Mindelstetten supo unir de modo ejemplar sus propios sufrimientos a los de Cristo: «La habitación de la enferma se transformó en una celda conventual, y el sufrimiento en servicio misionero…». Fortificada por la comunión cotidiana se convirtió en una intercesora infatigable en la oración, y un espejo del amor de Dios para muchas personas en búsqueda de consejo. En el evangelio destaca la figura de la Bienaventurada Virgen María, que siguió al Hijo sufriente hasta el supremo sacrifico en el Gólgota. No perdió nunca la esperanza en la victoria de Dios sobre el mal, el dolor y la muerte, y supo acoger con el mismo abrazo de fe y amor al Hijo de Dios nacido en la gruta de Belén y muerto en la cruz. Su firme confianza en la potencia divina se vio iluminada por la resurrección de Cristo, que ofrece esperanza a quien se encuentra en el sufrimiento y renueva la certeza de la cercanía y el consuelo del Señor”.